Mi interés por las formas, las texturas y las composiciones viene de lejos. Ya de bien pequeño las letras y los símbolos de los juguetes llamaban mi atención.
A medida que crecía, mis inquietudes artísticas también lo hacían. Durante mi adolescencia, los cómics y la animación se convirtieron en dos de mis pasiones. Pero, sin duda, lo que realmente me entusiasmaba era dibujar. Podía pasarme horas y horas garabateando libros y libretas. Y claro, en cuanto descubrí lo que era el diseño gráfico, supe que esa era la disciplina a la que quería dedicarme.
Empecé en el mundo del diseño de forma autodidacta. Incluso tuve la oportunidad de trabajar en una editorial sin tener apenas formación en la materia. Aquello, sin duda, era lo mío. Pero había llegado el momento de profesionalizarse y ponerse a estudiar.
Tras formarme en Diseño y Producción, continué desarrollándome en agencias de publicidad y estudios de diseño. Fue entonces cuando descubrí la dirección de arte y la dirección creativa, dos disciplinas que reunían de forma global todos mis intereses.